12 de enero del 2007, a las 7:51 de la mañana, un joven músico tomó su lugar al lado de una pared en una estación del metro en Washington D.C. Llevaba jeans, una camiseta de manga larga y una gorra de béisbol de los Washintong Nationals. Abrió un estuche de violión, sacó el instrumento, tiro unas cuantas monedas en la funda como señuelo y empezó a tocar.
Estuvo tocando los siguientes cuarenta y tres minutos. Tocó seis piezas clásicas. Durante ese rato pasaron 1097 personas. Lanzaron en la funda del violin un total de treinta y dos dólares y diecisiete centavos. De las 1097 personas, siete, sólo siete, se pararon más de un minuto para escuchar. Y de las siete, una , sólo una, reconocio al violinista Joshua Bell.
Tres días antes de esta actuación en el metro, organizada por el Washington Post, Joshua Bell lleno el Boston’s Symphony Hall, donde el precio de las entradas medianamente buenas ascendia a cien dólares cada una. Dos semas después del experimento tocó en una sala tan llena que la audiencia tenía que permanecer de pie en Bethesda, Maryland. El talento de Joshua Bell puede venderse por 1000 dólares al minuto.Ese día en la estación del metro apenas ganó suficiente dinero para comparar un para de zapatos baratos.
No podemos culpar al instrumento. Tocó con un Stradivarius de la epoca dorada del maestro violinista, valorado en 3,5 millones de dólares. No puedes culpar la música. Bell tocó a la perfección una pieza de Johann Sebastian Bach, que el mismo Bell definió como "uno de los mayores logros de cualquier hombre en la historia".
Pero casi nadie lo notó.Nadie esperaba algo majestuoso en ese contexto.Los limpiabotas estaban a un lado y en el otro lado había un kiosko. Había gente comprando periódicos y mucha pasaba por ahi. Además ¿a quién le sobraba tiempo? Era un dia laboral.
Estuvo tocando los siguientes cuarenta y tres minutos. Tocó seis piezas clásicas. Durante ese rato pasaron 1097 personas. Lanzaron en la funda del violin un total de treinta y dos dólares y diecisiete centavos. De las 1097 personas, siete, sólo siete, se pararon más de un minuto para escuchar. Y de las siete, una , sólo una, reconocio al violinista Joshua Bell.
Tres días antes de esta actuación en el metro, organizada por el Washington Post, Joshua Bell lleno el Boston’s Symphony Hall, donde el precio de las entradas medianamente buenas ascendia a cien dólares cada una. Dos semas después del experimento tocó en una sala tan llena que la audiencia tenía que permanecer de pie en Bethesda, Maryland. El talento de Joshua Bell puede venderse por 1000 dólares al minuto.Ese día en la estación del metro apenas ganó suficiente dinero para comparar un para de zapatos baratos.
No podemos culpar al instrumento. Tocó con un Stradivarius de la epoca dorada del maestro violinista, valorado en 3,5 millones de dólares. No puedes culpar la música. Bell tocó a la perfección una pieza de Johann Sebastian Bach, que el mismo Bell definió como "uno de los mayores logros de cualquier hombre en la historia".
Pero casi nadie lo notó.Nadie esperaba algo majestuoso en ese contexto.Los limpiabotas estaban a un lado y en el otro lado había un kiosko. Había gente comprando periódicos y mucha pasaba por ahi. Además ¿a quién le sobraba tiempo? Era un dia laboral.
¿ quién tenía tiempo para darse cuenta de la belleza en medio de tanto ajetreo? La gran mayoria no lo tuvo.
Muchos de nosotros algún día nos daremos cuenta de que tampoco lo tuvimos. Desde la perspectiva celestial, miraremos hacia atrás esos días, días tan ocupados y abarrotados de cosas, y comprenderemos que era Jesús el que estaba tocando el violin. Era Jesús el que llevaba ropas harapientas. era Jesús el que estaba en el orfanato... en la prisión...durmiendo en la calle...